Siempre he defendido una alimentación equilibrada, pero también una vida activa realizando actividad física con frecuencia.
Es muy importante tener en cuenta que la mesa se sostiene con 4 patas:
-Una alimentación saludable y equilibrada
-Una buena hidratación
-Un descanso optimo y control de nuestras emociones
-Una vida activa realizando actividad física
Desde que somos pequeñ@s debemos adquirir el buen hábito de ejercitar nuestro cuerpo.
L@s niñ@s tienen muchísima energía y motivarl@s a que la quemen es esencial.
¿Cuántas veces habré escuchado a madres, padres, cuidadores, etc. decirle a un@ niñ@ «siéntate a ver la TV y no te muevas»?
Si educamos niñ@s sendentari@s, será muy difícil cambiar ese hábito cuándo nos hagamos mayores.
Comencemos a hablar de la importancia que tiene hacer ejercicio físico.
Es esencial para el buen funcionamiento de nuestros órganos.
El corazón es un músculo que debemos cuidar y ejercitar.
El movimiento a su vez ayuda a que nuestro tránsito intestinal sea eficaz y eliminemos los desechos con mayor facilidad.
Realizar actividad física provoca que se activen hormonas como la serotonina, dopamina y endorfinas. El resultado de esta activación es bienestar tanto físico como mental.
Cabe destacar que el ejercicio físico también nos ayuda a coordinar movimientos y a tener más reflejos.
Muchas veces nos quejamos de dolores musculares y/o articulares y nos excusamos para no hacer ejercicio y descansar en el sofá.
Si realizamos actividad física con frecuencia, aliviamos y prevenimos dolores.
En estos casos lo importante no es dejar de hacer ejercicio sino reducir la intensidad, el tiempo, o cambiar a una actividad que facilite la recuperación.
También es muy frecuente la excusa del «me ahogo». Si no atravesamos esa barrera, nos ahogaremos siempre a la mínima que hagamos. La capacidad pulmonar se adquiere con constancia. Por ese motivo es importante empezar con intensidades bajas e ir aumentando conforme nuestro cuerpo se va habituando.
No sirve de nada hacer 10 minutos de ejercicio a toda mecha y disparar las pulsaciones hasta que parezca que nuestro corazón se va a salir de órbita.
Es más interesante aguantar 30 minutos de ejercicio y mantener las pulsaciones. De esta manera conseguiremos generar resistencia y poco a poco observaremos como en el mismo tiempo aumentamos la intensidad.
Sin lugar a dudas, la excusa que se lleva la palma es «no tengo tiempo».
Queridísimas personas, el tiempo es algo que pasa sin darnos cuenta, pero cada individuo somos capaces de gestionarlo y dar prioridad a lo realmente importante y esencial.
Si hacemos una cuenta del tiempo que perdemos en ver la caja tonta, mirando redes sociales o martirizándonos con la «mierda de vida» que tenemos, os puedo asegurar que nos sobra tiempo para mover el cucu.
¿Y qué actividad hago?
Lo mejor es probar hasta encontrar la actividad que nos motiva.
Podemos realizar actividad física de manera individual o colectiva. A veces tener compañía nos puede ayudar a motivarnos y ser más constantes.
Podemos ir en bici, nadar, correr, jugar a baloncesto, balonmano, rugby, volley, hockey, fútbol, tenis, pilota, frontón, bádminton, escalar, bailar, hacer artes marciales, yoga, pilates, boxeo, remar, rutas de senderismo, malabares, patinar, skate, clases dirigidas y un largo etcétera.
Hay mil maneras de movernos y alguna nos debería de acoplar.
No os podéis imaginar la sensación de bienestar y satisfacción cuándo terminamos un entrenamiento y nos metemos en la ducha. Notamos como nuestro cuerpo ha pasado de estar tenso a estar relajado, nuestras preocupaciones por un momento han pasado a un segundo plano y eso nos ha ayudado a relajar la mente y desconectar.
Somos una máquina a la que hay que darle uso o de lo contrario nos oxidamos.
Te animo a que saques 2 horas a la semana para moverte y poco a poco añadas (en la medida de lo posible) más tiempo.
Observa como mejora tu cuerpo, tu organismo, tu mente… y disfruta de esa nueva sensación.